De la experiencia se aprende, de la de uno mismo y de la de otros. María Ballesteros (Fregenal de la Sierra, 1979) acumula ya una cierta experiencia como actriz y hoy la comparte en Cáceres con los alumnos de la Escuela Superior de Arte Dramático de Extremadura dentro de las actividades del Festival Solidario de Cine Español.

No pretende darles lecciones, sino mostrarles las que ella ha aprendido en su particular viaje escénico que le ha llevado incluso hasta Hollywood.

¿Una actriz nace o se hace?

Definitivamente, se hace. Se puede nacer con una serie de potenciales, pero cualquiera puede ser actor, cualquiera que lo desee porque es un oficio que se aprende.

 Y usted aprendió en la afamada academia de Cristina Rota, de la que han salido desde Alberto San Juan o Fernando Tejero hasta la oscarizada Penélope Cruz. ¿Quiso seguir su estela?

Elegí esa academia porque me la recomendaron muchos profesionales. Me metí cuando tenía 17 años y no conocía a nadie, pero los grandes actores avalan la trayectoria de esta escuela.

Ahora figura en el catálogo de graduados ilustres de la escuela.

¿Sí? No tenía ni idea, qué gracioso. Me sorprende y me hace ilusión, aunque llevo tiempo desconectada de la escuela. Cuando terminé traté de olvidar la formación académica. Como me decía recientemente la actriz Petra Martínez, hay que esforzarse en convertirse en un ser humado digno de ser visto, estar dispuesto a ser en escena. Ser antes que actuar y después del entrenamiento escolástico es necesario un entrenamiento más personal. La base te la da la escuela, el principio, pero todo lo que seas capaz de crecer como persona, se crece como actriz.

¿Cuándo pasa más nervios, en un casting o en un estreno?

En un casting. El horror es querer impresionar a las personas para gustarles y eso es un obstáculo para el actor.

¿Algún truco para espantarlos?

Yo hago un trabajo previo de reflexionar en los motivos que me han llevado hasta ahí. Es verdad lo que dice Petra Martínez de que sobre el escenario hay que ser un sinvergüenza, un pasota de lo que piensen los demás.

¿Si le pregunto con qué director le gustaría trabajar, me dirá que Almodóvar?

No, repetiría con Fernando León porque me supo a poco el rodaje de Princesas y me di cuenta del privilegio que fue estar bajo sus órdenes.

¿Qué personaje cinematográfico le habría gustado o le gustaría encarnar?

Baby Jane o cualquiera de Woody Allen, me gustan los personajes con cierta neurosis.

Tiene un curriculum de actor de Hollywood: interpretación, canto, baile… Actriz, cantante, bailarina, todo en una.

Ayuda saber de todo, da seguridad y eso se lo debo a la escuela. Tener nociones de todo ayuda a sacar tu propio proyecto adelante, no ser un elemento pasivo porque esperar a que te llamen mata la creatividad.

De Fregenal de la Sierra a Los Ángeles y a rodar junto a Tim Robbins o William Hurt (‘Noise’ en 2007) parece un salto muy grande. ¿Impone?

Cuando me estaba pasando tenía la sensación de que era otra persona a la que le ocurría, no daba crédito. Y fue una carambola, la típica historia que cuentan muchos y que apenas te crees que ocurra. Un productor se fijó en mi en una boda en Los Ángeles, me habló de una prueba, les mandé un vídeo y me cogieron para el casting con Tim Robbins. Cuando fui a hacerlo, me preguntaba a mí misma ¿hago la prueba o le pido un autógrafo? Fue en el casting que menos nerviosa me puse porque no tenía en la cabeza que me fueran a coger. Y me cogieron. El trabajo en definitiva es el mismo, las esperas son las mismas, el frío es el mismo…

¿Y compartir plano o rodaje con Tim Robbins?

¡Uf! Tim Robbins es encantador, un buen compañero y con menos ego de actor de todos los que me he cruzado en esta profesión. Trabajar con él fue un aprendizaje.

¿Cómo anda María Ballesteros de ego?

Intento mandarlo a la basura. El ego entorpece el trabajo y se sufre el triple. Yo lo mato lo que puedo y cuando me sale, me caigo fatal a mí misma.

¿Qué contactos mantiene con su pueblo, con Extremadura?

Ahora mismo estoy aquí, en Fregenal. Intento venir todo lo que puedo, vivir a caballo entre Madrid y el pueblo, donde vive mi padre. Me gusta volver porque aquí encuentro silencio e intimidad.

¿Qué quiere enseñar  o transmitir a los jóvenes aspirantes a actores en este taller?

Que hay que ser antes que actuar. El trabajo consiste en tener la valentía de dejarte espiar como ser humano, no esconderte en el personaje.